martes, 20 de septiembre de 2011

La organización del Imperio español en América

El Régimen indiano 

a) Lee el texto con atención

b) Completa los espacios con los nombres de las autoridades correspondientes, y en los espacios con las las líneas punteadas incluye las funciones que debía cumplir cada una de éstas.
 


La sociedad colonial

A) Observa con atención y compara los gráficos 1 y 2 para poder responder las siguientes preguntas: 
  1. ¿Qué sucedió con el número de indígenas? ¿A que puedes atribuirlo?
  2. ¿Por qué habrá aumentado el número de negros?
  3. ¿Por qué habrá aumentado el número de blancos?
  4. ¿Quiénes eran los mestizos y los mulatos? ¿Por qué habrá aumentado su número?
B) ¿Qué significa la frase  "En América, la piel más o menos blanca, decide de la clase que ocupa el hombre en la sociedad  (...)"?

Pinturas de castas.




El grupo blanco: peninsulares y criollos 

“El europeo más miserable, sin educación y sin cultivo intelectual, se cree superior a los blancos nacidos en el nuevo continente.”

Humboldt () Extraído de John Lynch. Las revoluciones hispanoamericanas.

“(…) No somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento, y europeos por derechos…”

Simón Bolivar. Extraído de John Lynch. Las revoluciones hispanoamericanas.

“Es célebre el caso del capitán Pineda, un andaluz, y de Juan Pérez Ramusio, un criollo de Mataca. Se cuenta que un sábado por la tarde el capitán Pineda Caminaba por la calle (…) cuando se le cruzó Ramusio que, por algún pelito anterior, evitó saludarlo. Se enojó el andaluz y lo llamó a gritos: “Ven acá… mestizo…” El insulto erizó al criollo quien, acelerando el paso se plantó abruptamente a dos pasos de Pineda. Este, sonriendo le dijo: “¿Acaso no aprendiste a persignarte cuando me ves pasar?” Ramusio se quedó callado, como pensando una salida ingeniosa que lo dejara mal parado ante el público que comenzaba a rodearlos. Lentamente sacó una daga oculta en la cintura y susurró con rabia (…): “Mis padres que eran andaluces, me enseñaron a hacer la cruz de esta  manera (…)” Decir eso y ensartarle el puñal en la frente al desprevenido Pineda fue todo uno. El andaluz cayó redondo, bañado en sangre, muerto: el pleito quedó así formalmente resuelto.”

Extraído de Pensar la Historia II.
Citado en Historia de Latinoamérica. Tomo III.


El grupo negro en América

“Tan pronto como los barcos anclan en la costa de Guinea, el precio que los capitanes han decidido pagar por los prisioneros es anunciado a los (…)  príncipes y los venden a los europeos. Se les envían regalos al soberano que gobierna  esa parte de la costa y el permiso para realizar el intercambio es otorgado (…) Tan pronto como la transacción se ha llevado a cabo, les ponen cadenas y son llevados a bordo de la nave, en donde se encuentran con sus compañeros de sufrimiento. Reflexiones siniestras llegan a sus mentes; todo les impacta y asusta y su destino incierto les causa gran ansiedad.

El barco zarpa (…) y los negros están encadenados en una bodega del barco, en una especie de (…) prisión en donde la luz del día no penetra (…) Dos veces al día se les distribuye algún tipo de comida desagradable. El sufrimiento que los consume y el triste estado al que han sido reducidos los haría suicidarse si no fuera porque no tienen medio alguno para atentar en contra de sus propias vidas (…)

Cuando la nave llega a un puerto en las Antillas son llevados a una bodega donde se los exhiben, como cualquiera otra mercancía a los ojos de los compradores (…)”

Crítica al comercio de esclavos, escritor francés anónimo.
Extraído de Historia Universal. Civilización de Occidente. Jackson J. Spielvogel



“La distribución de los esclavos negros en las diversas regiones de América dependía de las particulares condiciones de las mismas. Fundamentalmente, la economía de plantaciones atrajo la fuerza de trabajo negra. Allí donde se cultivaba la caña de azúcar, fuera en las Antillas o en el continente, se concentraba una considerable población africana. Las grandes plantaciones de tabaco y algodón tampoco podían prescindir de los esclavos negros. En la minería el trabajo de éstos fue más breve. Se empleó en el servicio doméstico y diversas ramas artesanales a muchos negros (…)”

Richard Konetzke. América Latina. La época colonial

La esclavitud vista por un naturalista inglés en América: Charles Darwin

El día 8 de abril de 1832, en su estancia en Río de Janeiro, mereció su atención destacar la actitud de una vieja esclava.  “una vieja…, antes de volver a la esclavitud, prefirió arrojarse a un precipicio desde lo alto de la montaña, quedando hecha pedazos. En una matrona romana, este rasgo se hubiera llamado el noble amor a la libertad; en una pobre negra, se califica de brutal obstinación…”

Y el 14 de abril del mismo año, anotaba. “Voy a referir una insignificante anécdota que me impresionó más que ninguno de los rasgos de crueldad que he oído contar. Atravesaba yo una balsa con un negro más que estúpido. Para conseguir hacerme com­prender, hablaba alto y le hacía señas; al hacerlas, una de mis manos pasó junto a su cara. Creyóse, me figuro, que estaba encolerizado y que iba a pegarle, pues inmediata­mente bajó las manos y entornó los ojos, echándome una mirada temerosa. Nunca olvidaré los sentimientos de sor­presa, disgusto y vergüenza que se apoderaron de mí al ver a ese hombre asustado con la idea de parar un golpe que creía dirigido contra su cara.”

El preferir suicidarse de la “vieja” esclava para no volver a su condición, y la actitud de miedo del negro de la balsa frente al golpe que pensó que Darwin impartiría sobre él, son algunos de los ejemplos que nos revelan la violencia con la que eran tratados los esclavos por sus amos.

Malos tratos sufridos por los esclavos que refuerza con los escritos del día 19 de agosto de 1836, en su segundo paso por las tierras de Brasil, ya de regreso a Inglaterra. “El 19 de agosto dejamos, finalmente, las costas del Brasil. Doy gracias a Dios porque nunca he de volver a visitar un país de esclavos. Hasta el día de hoy, siempre que llega a mis oídos algún lamento lejano, recuerdo con honda pena lo que sentí al pasar junto a una casa en Pernambuco y oír los gritos más desgarradores, proferidos, según colegí, pues no era posible otra cosa, por un pobre esclavo sometido a tormento, a pesar de lo cual me reconocí tan impotente para protestar contra proceder tan inhumano como si fuera un niño de pocos años. Sospeché que aquellos alaridos procedían de un esclavo torturado, porque esa es la explicación que me dieron en un caso análogo. Cerca de Río Janeiro viví frente por frente de la casa de una señora anciana que oprimía con tornillos los dedos de sus esclavas. En la residencia donde me hospedé había un mulato encargado del servicio, al que cada día y cada hora se insultaba, golpeaba y perseguía en términos tales, que la bestia más abyecta no hubiera podido resistir otro tanto. He visto descargar terribles latigazos sobre la cabeza descubierta de un muchachito de seis a siete años (antes que yo pudiera intervenir) por haberme alargado un vaso de agua poco limpia; y al padre de ese niño le he visto temblar con sólo mirarle su amo.”


 El grupo indígena

¿Seres humanos?

(1) “En estas ovejas mansas, (…) entraron los españoles, desde luego que las conocieron, como lobos y tigres y leones crudelísimos de muchos días hambrientos. Y otra cosa no han hecho de cuarenta años (…) hasta hoy (…) sino despedazarlas, matarlas, angustiarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas (…) en tanto grado que habiendo en la isla Española sobre tres cientos (mil) (…) que vimos, no hay hoy de los naturales de ella doscientas personas.”
Fray Bartolomé de las Casas, 1542

(2) “Para (…) dar a conocer (los pecados contra los indios) me he subido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto de esta isla y, por tanto, conviene que con atención (…) con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, lo oigáis.

Esta voz dice que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios?

¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos de sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais (…) se os mueren, y por mejor decir los matáis para sacar y adquirir oro cada día? (…) ¿Éstos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos?”

Sermón de Fray Antonio de Montesinos, 1511.




La economía colonial 







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